sábado, 31 de julio de 2010

Nadie me atrapará vivo. TU Y YO debemos luchar por nuestros derechos. TU Y YO debemos luchar para sobrevivir. (Come On Wembley!)

Ir atrasado en la micro (para el extranjero, entiéndase micro como el bus interurbano) tiene una belleza extraña. Minutos antes era la incertidumbre de que, si pasaba luego la dichosa máquina, podías llegar a tiempo a tu destino, apretado como sardina y haciendo maniobras dignas de trapecista de circo para subir, bajar y hacer espacio cuando alguien más lo hace, pero llegas. Pero hay un momento entre las 7.30 y las 8.00 am (inserte ahí las horas que más se le acomoden) en que te rindes de soñar, sabes que aunque la tierra se abra y apareciese una calle directa entre donde estás y tu destino...llegas tarde. Y ahí, doblando la esquina, vacía más encima, aparece la Mercedez azul (o anaranjada o amarilla, depende el azar), la haces parar, te subes y te sientas. Como ya no tienes la presión de llegar tarde porque es una total realidad, comienzas a divagar. O al menos yo suelo hacerlo. Hace un tiempo atrás leí un pequeño trozo en una revista (al final el artículo era para publicitar un programa en el VH1 pero bue...) y, con el indecente que tenía su celular cacareando un reggaeton desconocido, recordé aquellas líneas en esa revista, y por la puta que son verdad, a veces una molesta verdad.
El silbar es una actividad en extinción. Ahora parece reservadas a carpinteros, gente que está disimulando una erección o en su defecto, ebrios. El silbar, es traer a la mente una melodía perdida en tu Alzheimer o atorada en tu subconciente (¿a quién no se le ha pegado una canción?) y, con la gran polifonía que te dan tus labios y lengua, intentas repetir los tonos, usualmente en un nivel mucho más agudo. ¿Qué sucede? La gente que está a tu alrededor oye aquella apacible o molesta tonada que acosa tu hipotálamo, los que te rodean comparten tu dicha o desesperación hacia el compás, es una puesta en común. Ahora es un silencio casi sepulcral, sólo interrumpido por el bocinazo de un auto o el ruido de la Gran Ciudad. Ahora, es gente que se encierra en sus carnes, se coloca dos pequeños artilugios, uno en cada oído, le pone play a un sintético aparato y oye, sólo para sí, lo que la máquina tiene que proporcionarle. Un grupo de personas a menos de 1 metro de distancia pueden estar cada una encerrada en su mundo interno, rehusandose la puesta en común y quien sabe...los cinco pelotudos que están allí física pero no mentalmente pueden ser fans de Death Cab For Cutie y les gustaría si tuvieras una manera de compartir el Marching Bands of Manhattan. Por último, el encuevarse en el par de audífonos está, como muchas cosas hoy...peligrosamente a un click de distancia, al menos el silbar requiere un esfuerzo del aparato respiratorio (y auditivo para no irse fuera de tono), si la gente silbara más...engordaría menos.
Hace mucho tiempo lo dije, de alguna manera u otra se está perdiendo el arte de compartir música, es más fácil bajarla en un cómodo .mp3 y oírla una vez cada muerte de Papa. Ya no escuchamos la música propiamente tal, sólo llega superficialmente el ritmo más básico y, sumado a las almas que nos rodean, aparentamos movernos a su compás. No sé, creo que un tipo que está descoordinado en un Vals es casi hilarante, pero uno que está perreando descoordinado es sólo...uno más.
Y después de la lata de arriba, al tema en cuestión del entry de hoy. En el mismo viaje atrasado en micro que mencionaba antes, caí en la cuenta de que hace mucho que no hago un post musical en mi blog, así que no vendría mal uno. Para cerrar el año pasado, hice un post sobre el disco que cambió mi vida, y para celebrar su cumpleaños uno sobre un ícono de mi nunca bien ponderada existencia, pero falta la tercera pata del trípode: mi banda preferida. Aunque el lugar suele ser compartido con Sigur Rós y, dependiendo el ánimo...Nirvana o Mono; este trío, originario de la isla, originados a mediados de los '90, los conocí a mediados de los '00 y en este mismo momento estoy escuchando (¿para variar?) un disco de ellos. Matthew, Christopher y Dominic: MUSE.
Lo primero que llega a mente cuando pienso en la palabra "Muse" es un efecto de distorsión de guitarra al final de cualquier canción, seguido de la ovación de miles de personas con más suerte que yo por haberlos visto en vivo, unas risas de parte de Matt, un sudado "¡¡Wooh!!" desde atrás con Dominic y Chris en calma marcial. Pocos segundos después, comienza otra canción y el efecto se repite. Mi primer encuentro cercano con estos tipos fue gracias a una amiga trasandina que me mandó un tema de 5 min de ellos. La tonada, muy simple al comienzo pero que en su crescendo llega a un solo de piano que haría que Bach dijiese "mish", para luego terminar en un grito semi-orgásmico diciendo "¡¡¡¡Tu hora ha llegado!!!!". La letra, que versa en que dejes de ser un vegetativo y que la hora de enfrentar a tus adversarios está a la vuelta de la esquina, que cambies lo que eres, lo que fuiste y que uses esos cambios para ser oído, se mezcla entre una guitarra a momentos muy calma, para luego explotar. Para cuando los 5 min. termina, te das cuenta que su título "Mariposas y Huracanes" es una notable metáfora a algo que no terminas de comprender.
En el mismo "paquete", Joss, mi amiga trasandina, me mandó un tema que comenzaba con un letargo similar al de las Mariposas. La voz de Matthew es casi cortavenas mientras le lanza mierda a sus sentimientos que han sido demasiado lacónicos demasiado tiempo, al final del día...llegaremos a la autodestrucción total. Cuando el último "-ción" es pronunciado, un riff de guitarra que ahora me parece una verdadera firma. Los falsettos de Matt fueron lo primero que me llamaron la atención de Muse. En esta canción, Showbiz, hay un especialmente notable poder bucal de su parte hacia el final; junto a la voz a veces chillona, a veces casi erótica, va una guitarra que parece tan drogada por la voz como la audiencia misma. Poco después de terminar de digerir Showbiz y Butterflies, cometí el mejor error que he hecho con los británicos: bajarme un concierto de ellos. Por nombre salía "Live At Reading Festival 2006", y algo me quedó claro: si en estudio irradiarán mucha energía, en vivo podrían traficar anfetaminas y la verdad no se notaría. Probablemente bajen dos o tres kilos por presentación. En un momento del concierto, en el que fui sorprendido escuchando los temas en vivo que durante semanas oí en estudio de un modo radicalmente distinto, la música bajó su furia y Matt comenzó a hacer un tono con su guitarra distorsionada, poco después de un minuto de magia la batería, renovadamente calmada, comienza a acompañar. Matt se acerca al micrófono y comienza a versar que hagas tus sueños realidad, no te dejes vencer, todo estará bien, que juntos...somos invencibles. La letra, una mezcla entre un amor que va más allá de lo corpóreo, un optimismo hacia las situaciones difíciles y el prometerse (o prometerle a alguien) el no rendirse por muy cuesta arriba que esté el camino, culmina (como otros muchos temas de Muse) en un solo en que todo el Reading Festival se enciende repentinamente. Tuve la suerte de conocer "Invincible" en vivo, y con ese tema había confirmado algo que venía prediciendo hace un buen rato: Muse es una de las mejores bandas que he oído en mi perra vida.

Aparecieron en la escena británica a principios de siglo con su primer trabajo, según algunos el mejor disco, para mí...el de guitarras más dispares y sonidos cacofónicos. Para cuando tenían ya su segundo disco, a eso del 2001 hacen un concierto en Le Zénith en la capital francesa, en donde además de mostrar sus frikis modos de edición de video (hay que decirlo: ese concierto es bien loco de ver), torturan sus instrumentos en hora y media de efectos de guitarra, un potente bajo y la batería siendo masacrada, cuando finalizan con Bliss, no hayan nada mejor que tirar más de 30 millones de pesos (chilenos) por la borda destruyendo todo el escenario. Una buena selección de temas de sus (en ese entonces) dos discos, el Showbiz y el Origin Of Symmetry: Citizen Erased, Micro Cuts (por mucho que Miki diga que es demasiado agudo, es genial), Muscle Museum, Plug In Baby y el himno New Born. Con ya fama a nivel mundial (aunque se demoraría otro poquito en estas latitudes) sacaron Absolution. Disco con el que comencé a notar un patrón que amo de los trabajos de Muse. Un tema puede ser lento, calmado, melancólico o nostálgico, pero al terminar no te dan tiempo de tragar saliva y comienza un potente riff de guitarra y una canción sobre anarquía pandémica, destruir todo a tu alrededor o "mi amor, hace 4 min en la canción anterior te dije que te adoraba, ahora sal de mi existencia". Pasa con la dupla Falling Away With You, 35 segundos de guitarra para pasar a Hysteria, un tema que...le hace honor a su nombre. En el mismo álbum, está el tema por el que mataría oír en vivo, el Síndrome de Estocolmo. Sin meterme a definir este desorden sicológico, la canción es un delirio de amor/rencor con una guitarra y una batería en total extásis. En vivo, se encargan de duplicar la duración del tema en una improvisación que va desde la cacofonía absoluta del pobre bajo de Chris, efectos aleatorios de la guitarra de Matt y Dom simplemente aporreando la batería.

Mientras estaba en vikingolandia, en la tienda de discos de Halden (May God Bless It), noté que decía en una de las vitrinas MUSE HAARP. Demoré un poco en hacer la sinapsis y notar que estaba ante lo que sería mi vicio durante el año entero. El CD-DVD, grabado en el Wembley Stadium el 2007, recoge dos días de un estadio totalmente lleno saltando ante los himnos de Muse, más los temas (en ese entonces) nuevos de su disco Black Holes And Revelations. Destaco especialmente el último tema del álbum que, en el disco en vivo y en bastantes conciertos venideros, sería el tema de entrada. Parece una oda de 6 minutos al anarquismo, al oponerse a lo establecido, a que el de arriba te está mintiendo, está corrompido y debes de ser su antagonista. En su momento de clímax, a estadio lleno, los versos:
No One's Gonna Take Me alive!!!
The Time Has Come To Make Things Right!!!
You And I Must Fight For Our Rights!!!
You And I Must Fight To Survive!!!

Antes de la instrumental Matt gritará a todo el estadio Come On Wembley!!! dejando en claro algo evidente: Muse es una banda para oír en vivo.
Ante una Arena Movistar que tenía más euforia que cualquier hinchada en el Mundial recién pasado; Matt, Chris y Dom vinieron a nuestras tierras en el 2008. ¿Balance? Mi vieja no me dejó ir, aun no se lo perdono. Peeero bue, mientras esperamos su vuelta, escuchamos el nuevo disco The Resistance (el cual aun no puedo darle una escuchada totalmente interiorizado), esperamos un nuevo cover friki, o cualquier boludez, sigo dejando coronado a Muse como una de las bandas más notables que he escuchado en demasiado tiempo. Aprovecho la oportunidad para recordarle a Miki que yo tengo el Absolution y ella no (8D).

Y bueno, hablando de Miki, tal y como Joss lo hizo conmigo hace unos años, a este lacónico personaje le presenté a estos británicos hace un tiempo, y la bola de nieve continuó. Me recomendaron Muse, en una puesta en común que se hizo alguna vez. Compartir música es bueno, aun cuando te hagan callar y te pidan que dejes de silbar, al menos se dieron el tiempo de escuchar qué boludez silbabas hasta notar que les molestaba.
Saludos a los globitos que usaron en Blackout.

martes, 20 de julio de 2010

¿Gol?

Ah sí...España ganó el mundial. Hace un tiempo leí en algún lado algo que me dejó pensando. Dios es un estado mental, está claro, lo invocamos para no sentirnos solos, para menguar nuestra miserable existencia o cuando nos da cuco hacer las cosas "solos" (al final, los exámenes los haces solo, todo lo demás es Efecto Placebo). En la época clásica, esta sensación era alimentada con grandes carnavales, sexo y drogas, impuestos al emperador y bla bu bla~, para el medioevo se convirtió de una opción de vida o creencia en la normativa general. Más allá de las formas, el fondo es el mismo, nuestra sociedad necesita algo "trascendental" a que dedicarle gran parte de sus esfuerzos, sentimientos y pasiones. Este año lo corroboré nuevamente, actualmente ese "algo" que succiona cual sanguijuela la atención del mundo y puede alterar en apenas 90 min el estado anímico de una nación, es nada más que un simple balón, en una cancha de 90 a 120 m de largo por unos 65 de ancho, siendo acosada por 22 sujetos con uniformes de colores. A su alrededor, gente gritando de un modo que supera el orgasmo, siendo además visto por televidentes desde Osorno hasta Ulaan Baatar.
El fútbol, Soccer conocido por los británicos (y por quienes nos gusta diferenciarlo del "Rugby") es el deporte más masivo en el mundo, y...se notó hace unas pocas semanas. Para comenzar el parlamiento (¿), veamos la periferia del asunto.

Los que nos quedamos en casa. La radio, la prensa, la tele, la World Wide Web y hasta en las conversaciones de pasillo, el ambiente trataba sobre los equipos, las apuestas al ganador, los movimentos que se deberían optar, los grupos que lo conformaban, predicciones aritméticas de qué partidos se debían ganar y a cuantos goles y qué partidos podrían ser empatados o hasta perdidos. Para la mejor recepción visual del mundial, comenzó la más masiva (de las que recuerdo) venta de aparatos audiovisuales. Se dijo en su momento "La Roja se merece que yo la vea de la mejor manera, compre un plasma". Y gente pagaba por pantallas líquidas de 42", y las tiendas estaban felices. Y sus compradores también. Los locales comerciales todos tenían al menos una "conexión al mundo" que informaba a tiempo real de los pases, de las entradas, de los fouls y de los entrenadores. Hasta la menos pensada marca comercial aprovechó a los jugadores o a Sudáfrica para su pauta comercial, la cual evidentemente fue muuuuuy recibida por sus potenciales compradores, apostaría mi ingreso mensual a que si Humberto Suazo hubiese dicho "yo al almorzar, me limpio con servilletas Abolengo" las ventas de esta marca de servilletas habría llegado a la exósfera y más allá.
Al momento en que ocurrió, la ciudad entera se vació. No habían almas, no había sonido que no fuesen las vuvuzelas a miles de kms siendo oídas por televisiones plasmas de apenas un mes o menos de edad (o más si es que sobrevivieron el 8.8). La paranoia previa y vehículos a más de 80 km/hr en ciudad desapareció en 30 min y menos. Cuando los jugadores salían en pantalla y comenzaba el himno de la patria a la que pertenezco, se podía oír el eco de almas coreando "y tus campos de flores bordados...". Cuando se aparecía una tarjeta amarilla o se quejaban de una falta, el sonido de las pifias se oían tanto o más fuerte que en el propio estadio y, cuando los 90 min pasaron, una de dos cosas ocurrirían: gritos, bocinazos, champañazos y demás -azos que romperían tímpanos durante las próximas 3 o 4 hrs, o una depresión aun peor que el luto. En cualquier caso, el resto del día sería un no-oficial feriado nacional, ante la esperanza del próximo partido.

Los que habitaban cerca de la arena. Pasó algo muy friki con las olimpiadas tiempo atrás, de la nada la ciudad Pekín, hogar de casas rojas eléctricos, dragones voladores y demás, se transformó en la Beijing que albergaría los juegos olímpicos, ciudad moderna y llena de chinos. Pasó algo similiar en Johanesburgo. Antes, era un país de negros y Ku Klux Klan, de Nelson Mandela, hambre, tiburones blancos y buen clima. Se convirtió de la nada en un país brillante por su gente y demases cursilerías. Irónico, de la nada una África tribal y ancestral se convirtió en un Berlín, New York o Saõ Paulo, salvo que la gran mayoría de su población era negra y predominaba el verde limón, el rojo y los demás colores de la bandera sudafricana. Todo el mundo centró sus ojos en una tierra que durante siglos sólo era fuente de esclavos, diamantes, conciertos humanitarios y programas sobre animalitos. ¿Sinismo? O quizá falta de farándula digna de ser televisada, y justamente eso hubo en cantidades jamás vistas en la pobre Sudáfrica. ¿Quién dijo que un país con costa no podría generar turismo en invierno? No estuve allí cuando los 90 min sagrados comenzaban o terminaban, pero por el coro orgásmico de vuvuzelas, barras y gritos, eran colosales.
Los 22+2 (los entrenadores). Como figuras del fútbol, en su mayoría ya eran conocidas, excesivamente bien remuneradas y con un gran séquito de fans cual Rey Absolutista en la Edad Media. Ganaran o perdieran, tendrían una buena cantidad de personas que idolatrarían cada segundo de sus existencias. Cuando la selección llegó a Chile, Brasil, España o Japón, los aeropuertos se toparon con gente en un extásis que supera hasta la más sacra revelación del espíritu santo, ellos sólo debían levantar una mano y sentirse dioses, porque la camiseta que llevaban los convertía literalmente en unos dioses. El sueldo (ya excesivamente alto) que recibían se convirtió en remuneraciones aun más elevadas, en ofertas de trabajo que sencillamente consisten en pasar el balón de aquí a allá, pero que superan en ingreso al tipo que recoge piedritas de la luna, al que colisiona protones a 30.000.000 m/seg, o el que crea maquinaria que llegará al fondo de las Marianas. Podrán jubilarse hoy mismo y tendrán dinero suficiente para que sus bisnietos no tengan que preocuparse de comprar pan, que tendrán recursos.

La pelota en la red. El fin último del deporte es golpear el balón de tal modo que entre en una zona especial del campo. Al hacerlo, el equipo que no es "dueño" de esta zona especial, ganará un punto. Al final, el que más puntos tenga ganará el partido (y la alegría histérica de millones de personas). Me pasó exactamente a las 8.05 AM del partido Chile-Honduras, yo estaba durmiendo en mi pieza cuando me despertó un coro entre notable y horrendo de "¡¡¡¡¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOL!!!!!!!!!!!!!", no fue la tele ni fueron los vecinos, fue toda la población que, a través de las paredes, del vidrio de mi ventana y de las distancias entre pasajes lograron transmitirme un mensaje: Chile había anotado lo que sería el único gol del encuentro, dándoles la victoria. Cuando las O's dejaron de sonar, lo que siguió fueron cuando menos unos cinco minutos de ruido aleatorio, bocinazos y demás. A eso de las 9.30 AM, cuando el partido terminó y me dispuse a ir al colegio, lluvia de espuma de cerveza, gente gritando el tradicional "CE HACHE I", autos a 80 km/hr en barrios residenciales con banderas en la ventana y demás, quizá la única "protección" que hubo fue el horario algo incómodo para verlo, el partido comenzaba a las 7y algo AM pero no me extrañaría que cuando menos ¾ de la población se hayan desvelado para tener cita ante este momento. Bien lo dijo un compañero de curso, no es tanto quizá el hecho mismo de la esfera condenada entrando en la portería hondureña, es el hecho de la alegría quizá paranoica que le llega a gente que durante meses ha tenido muy pocas alegrías. El 8.8 realmente devastó la siquis de mucha gente y lo mediático se encargó de refregárselo. Y para los que no tuvieron encuentros tan dramáticos con la desdicha, sigue siendo tan "necesaria" esta inyección de Epinefrina al organismo y, contagiada por la de quienes te rodean y gritaron el monosílabo histéricamente durante 5 min y se fueron a celebrar en sus autos o a hacer llover cerveza por las calles, terminó dando una alegría a nivel nacional. El 1-0 ante Suiza fue algo similar o hasta peor, en ambas ocasiones (el que nos cobraron y el que no), yo estaba en el gimnasio del colegio, nos juntaron a todos cual vacas en un cerco frente a un proyector y una pared que hacía de telón. Gente bajó a la cancha a saltar, profesores que siempre vi muy correctitos gritando de emoción, enemigos se abrazaban, parejas se formaron, y las clases no pudieron ser retomadas en el resto del día.

"Jugamos como nunca, perdimos como siempre". No entraré en el tema táctico del partido Chile-España, el punto es que perdimos. Pasamos a los 8ºs "coronandonos" entre los mejores 16 de la Copa del Mundo. La alegría patológica se vivía en la plaza de Quillota a las pocas horas del partido, digamos que nos tomó un tiempo asumir que íbamos a los 8º's, aun cuando habíamos perdido. Nos tocaba nada menos que Brasil. 10 minutos antes del partido, había un ambiente de tensión, un tanto de esperanza, un "quizá lo logremos". Al terminar el primer tiempo era un verdadero luto. La tele refregaba el sentimiento al mostrar gente en icónicas partes del país estando con un ánimo cabizbajo, como si hubiesen recibido una muy mala noticia. Cuando llegaron los 90 minutos, no vi a nadie llorar, pero me perturba pensar que en algún lado mucha gente lo hizo. No había ninguna vuvuzela, ningún bocinazo, ningún grito. Era un luto a nivel nacional.

Cual Ash al terminar la liga Pokémon prematuramente, estaba el sentimiento de "hacerlo mejor la próxima vez", conformarnos con lo que habíamos logrado, etc. Saludos a Maradona.