sábado, 15 de junio de 2013

Este es un buen comienzo, parte VIII

Cierra las cortinas. Desconecta la tele. Acuéstate en posición fetal. Llama a tus amigos y diles que no saldrás. Apaga el celular. Es una advertencia que debería salir al principio de "Kveikur", el nuevo disco de Sigur Rós. Ya, que sea una de mis bandas preferidas y parte esencial de la historia de este blog (¿no me creen? Lean las otras siete partes de esta saga) podrá prejuiciar la cantidad de baba vertida en este disco, pero realmente es bueno. Más allá del chiste hacia Bowie, este es un REAL contendiente a disco del año.

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Sigur Rós - Kveikur



Describir la música de Sigur Rós siempre es un trabajo arduo. Sus canciones van desde pianos con poquísimas notas acompañado sólo por un chelo, hasta paredes de sonidos catárquicas en que percusión, guitarra y gritos crean una verdadera explosión de decibeles. En sus seis discos de estudio han recorrido decenas de instrumentos, emociones, falsettos, idiomas y “fórmulas” (por llamarlas de alguna manera) en sus canciones.

Dos noticias han marcado al grupo en el último tiempo. La primera, la partida del tecladista Kjartan Svensson en Enero de este año porque “había pasado quince años en la banda y sentía que quería hacer algo diferente”. La segunda fue a pocas semanas de la publicación de su disco “Valtari” (2012), confirmaron que el año 2013 vendría un disco “distinto a las cosas que han hecho antes” y que “sería más electrónico que Valtari”. La espera acabó hace un par de días con “Kveikur”, el nuevísimo último disco del ahora trío islandés. Y sí, las expectativas que ellos generaron se cumplieron. “Kveikur” es un disco caótico, cacofónico, lleno de sonidos electrónicos de fondo y una batería muy, pero muy potente. El baterista Orri Dýrason estuvo casi ausente en “Valtari” y ahora está a la carga con una energía desbordante.


Los trabajos de la banda suelen usar los primeros minutos en crear una íntima atmósfera para preparar el ambiente de lo que vendrá, como pasa en los temas que abren “Ágætis Byrjun” (1999) y “Valtari”. Pero “Kveikur” no advierte, sólo ataca. Los primeros segundos de “Brennisteinn” comienzan sin aviso ni anestesia, un rasgueo agresivo de guitarra y un azote (no un golpe, un azote) al bombo de la batería. El tradicional sonido que crea Jónsi Birgisson al usar su guitarra con un arco de chelo da una clarísima señal de partida a la canción. Al aparecer la inconfundible voz de Jónsi y avanzar el tema, lo último que hace “Brennisteinn” es perder energía. A eso de la mitad de la canción, ocurre un cambio en el ritmo y Jónsi da rienda suelta a su falsetto; los fans de “( )” (2002) se sentirán en el paraíso.

Los instrumentos se tranquilizan un poco en el segundo tema donde si bien no existe la paz, el eco que generan las percusiones y la voz dan una idea de mucho espacio alrededor, como si estuvieran tocando con la ventana abierta y parte del sonido se fuera. Mención especial a los segundos finales donde un par de bronces son los responsables de relajar al oyente. Todo era un engaño porque “Ísjaki” (Iceberg) llega con todo. Los mismos metalófonos que hace pocos instantes dieron sensación de tranquilidad ahora se unen con Jónsi en cacofonía. Resulta curioso que la batería sea el único sonido grave en gran parte de la canción. Igual que un iceberg la parte aguda y visible del tema se muestra en gloria mientras hay una porción grave y poco perceptible allí, debajo del agua.


Entre canciones que rugieron con un ímpetu pocas veces visto aparecen delicadeces como “Yfirbord” y “Stormur”. Nunca perdiendo el tinte adquirido en sus temas anteriores, la música se torna más esperanzadora; aun hay partes que atacan pero surge una bondad en los sonidos de la canción. Sigur es enfático en mostrar que siguen siendo los mismos que desgarraron el alma en “Brennisteinn”, pero ahora convertidos en una calidez y benevolencia que recuerda a pasajes del “Takk…” (2005) o el propio “Valtari”.

Nuevamente hay un cambio de ánimo. En un disco bipolar y siempre agresivo aparece “Kveikur”, contraparte idónea de “Ískaji”. Ahora todos los instrumentos son graves salvo la voz de Jónsi. Llegando a la mitad del tema los músicos se apartan y dejan a Orri golpeando las cajas y bombos con una furia que no se oía desde hace más de una década; se suman luego algunos sonidos pero la batería se roba toda la película. Si Orri quiere hacer retumbar las paredes, lo hará.


“Rafstraumur” merece una mención especial. Las canciones pop siguen una fórmula pre-establecida: Estrofa, coro, estrofa, coro, puente, instrumental, coro. Así funciona esta canción también; pero no es banal, superficial, descartable ni relleno. Al contrario, es una de las mejores canciones en todo el álbum; toman una estructura ya conocida y con ella crean la balada más hermosa desde la aclamada “Hoppípolla” del disco “Takk…”. Alegre, enérgica y tremendamente cálida, “Rafstraumur” está para mostrarle a las personas que no conocen Sigur Rós por qué a lo largo de sus seis trabajos anteriores se ha formado una base de fans tan acérrima.


El epílogo del disco es una canción muy distinta a las anteriores. Un piano amparado en un íntimo drone de fondo y, con esa exquisita y delicada despedida se acaba un trabajo salvajemente enérgico. “Kveikur” está hecho con pasión, melancolía, rabia, amor e incluso, fragilidad.  Crearon algo nuevo y fresco sin perder nunca la esencia que ha caracterizado a Sigur Rós; los momentos de descontrol y agresión se equilibran con los calmos y amables. No se fueron a ninguno de los extremos pero aun así no se restringieron en nada. Plasmaron todo en este disco y eso se les nota de principio a fin. Este es el nuevo disco de los islandeses Sigur Rós. 

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Esto definitivamente será un candidato fuerte para disco del año. Y bueno, ya no tengo la discografía completa de la banda, pero estaré al acecho Kveikur, estaré al acecho.

Saludos al perrito que me siguió hoy a mi casa.

jueves, 6 de junio de 2013

Carta abierta al Paro

Estimado Paro (o cualquier nombre que se le dé a la movilización esta que estamos haciendo):

Nuestra relación histórica ha sido bien tortuosa, llena de vaivenes, matices, interesantes anécdotas y varias lácrimogenas. No te escribo esto en un sentido de denunciarte o criticarte, mucho menos alabarte. Es más que nada una redención a nuestra propia relación. Porque está claro, por la carrera a la que opté y por la universidad a la que opté (sí, porque yo siempre sentí que opté...) tú y yo seguiremos viéndonos un buen tiempo; no te puedo hacer la vista gorda. Pero tú tampoco te vas a poder zafar de mí. Con todo lo extraño que has sido en los últimos meses, con todo lo distante que te has portado y con lo poco que te sientas a conversar (respecto a años pasados...), sabes bien que yo sigo acá. Que para bien, mal o las dos, estamos acá. Los dos.


Hagamos un poco de memoria. Nuestro primer encuentro. Primer semestre del 2006, esa legendaria Revolución Pingüina. Los dos éramos jóvenes; tú estabas recién saliendo del cascarón como la primera gran movilización del siglo XXI, criticando el sistema que puso Pinochet e impulsando demandas sociales y estudiantiles de aquel tiempo; yo estaba en primero medio, desde la vereda enemiga. Mientras tú clamabas fin a la educación privada y la reformulación general de la LOCE, yo estaba en el colegio privado más facho de Quillota, colegio donde el propio Augusto Pinochet estuvo un par de años en su infancia y el mismo donde en 1989 él (siendo mandatario [no electo] del país) inauguró el pabellón de 5º básico. Nosotros los privados con nuestras insignias conservadoras, pelo bien cortado, buenas notas, brillantes futuros (como esa canción de Los Prisioneros), matrícula de $160.000 y una mensualidad cercana a ese valor, éramos el enemigo, era tu enemigo. La lluvia de huevos podridos un día, los gritos "fachos culiaos" otro, tener tres furgones de Carabineros en las esquinas para protegernos de "los desmanes y la violencia" que tú traías. Pero no era demencia las cosas que demandaban los chicos en aquel entonces, al contrario. Tenías razón en las cosas que gritabas. Y desde nuestra cálida y cómoda trinchera el centro de alumnos hizo un foro, y una actividad, y un paro simbólico. Todo con uniforme, respetando el horario de clases, sin quebrar ningún vidrio ni romper ninguna puerta. Pero hubo. Y participé. Y así nos conocimos. Las propuestas que dieron en ese entonces Bachelet y Zilic eran insuficientes...pero por alguna razón las tomaron. Pasaron un par de meses y no supe más de ti. La Revolución se había acabado, tú habías desaparecido.

Los giros del destino me permitieron viajar 12.000 kms. hacia el otro lado del mundo y estuve en un colegio estatal, gratuito, de calidad. Académicamente hablando entendí poco por el idioma y estuve lejos de ser el alumno ejemplar, pero era claro que en Noruega la educación estatal es del nivel y alcance que las cifras de Wikipedia dicen y, eso en extensión genera demasiadas (sí, demasiadas) diferencias con Chile. No es la perfección, ojo. Pero no hay marchas, hay foros. No son revoluciones, sino reformas. Tú paro, como ente generador de cambios, no te verías bien...no funcionarías. Pero hacer de Chile una Noruega Part II tampoco. Porque no somos Noruega, nunca fuimos ni seremos Noruega, aunque cierta parte de la población tenga en su cabeza que debemos vernos y tener fenotipo noruego para ser personas de bien. Cosas de cada uno.


El 2010 fui a la Escuela de Verano de la U. de Chile que por esos azares del destino fue en la Facultad que luego ocuparía. Ahí conocí lo que luego sería mi campus, algunos de mis compañeros, ...hasta conocí a los perros que lo habitan. Lupino estaba menos tieso eso sí (jejeje). Resulta tierno pensar que la sala E-102 donde tú y yo tendríamos algunos de los más notables debates, era en aquel entonces la sala que ocupábamos en las clases. ¿Coincidencia o...? Como fuere. Saqué lo que saqué en la PSU y entré a la legendaria y mítica Universidad de Chile. Ese lugar donde brilla el conocimiento y el cambio social. ¡¡Ja!!

Ya no era secundario, y de a poco dejé de ser quillotano. Me convertí en universitario y en un usuario más del Transantiago. Y primero con Hidroaysén, luego con demandas estudiantiles...volviste a aparecer. No sé si fui sólo yo que por ser mechón (y más encima nunca te había vivido "en carne propia") que te interpreté así, pero parece que todos te teníamos en un estandarte. Eras El Paro. El agente de cambio social. Como te llamó The New York Times, tú y nosotros éramos The Chilean Winter donde Camila Vallejos, Piñera, Lucro y Lacrimógena eran palabras muy buscadas en Google, EMOL y Radio Bio-Bío. Recuerdo los flashmobs, los congelados por la educación, la Genkidama, Marcel Claude en Casa Central, la Besatón, los viajes en micro al campus Juan Gomez Millas, el 4 de Agosto y la represión policial histórica, los cacerolazos, Av. Errazuriz en Valparaíso llena de guanacos en la tele, Av. Alameda en Santiago llena de lacrimógenas en la misma tele (10 minutos después...), los cortes de calle, el bullying a Lavín por ser igual a Milhouse de The Simpsons, las asambleas de tres o más horas en la sala E-102, los secundarios rugiendo garabatos hacia nosotros por estar bajándonos, los lumazos, las tomas estando desiertas, a los cachorros negros que nos llegaron a la U convirtiéndose en adolescentes. Te vi como el fin, eras tú el agente de cambio social que nos ponía en primera plana en periódicos internacionales y que mandaba a nuestros dirigentes a Francia a hablar sobre Chile. El tiempo pasaba. Tú, que me habías encandilado siendo el agente de cambio social te convertiste en un ente, el ente que nos impedía ir a clases. Y cuando el mundo real y el tiempo te vencieron, todos sentimos el peso. Estaba cansado, derrotado, volvía a clases a terminar un semestre en dos semanas. Todo lo que se conversó, se analizó, se escribió y se cantó...quedó archivado, en YouTube o en un Dropbox. Volvía a clases porque el mundo real nos impidió crear nuestro mundo soñado. Era culpa de muchos. Del gobierno, de nuestra dejación, de los dirigentes. Y tuya, maldito Paro.


Y llegó el semestre de verano. ¿Semestre? Fue un mes y medio. Fue hacer el herbario en Febrero con todas las malditas plantas secas. Fue tener 23ºC a las 10.00 am. No quería saber nada de ti, sólo era seguir nuestras vidas porque tú me habías traicionado. No me diste nada y por ti, estábamos el 3 de Febrero dando una prueba de Zoología. Nunca tuve vacaciones ni un respiro. Recuerdo que entre la última prueba y la vuelta a clases para el nuevo semestre hubo sólo dos días de diferencia. ¡¡UN PUTO FIN DE SEMANA!! Ese fue el descanso que nos merecíamos luego de estar ocho o más meses en paro, tomas, asambleas, flashmobs y declaraciones públicas. El 2012 no exististe y si es que te asomabas, eras el enemigo. Eras el que me dio el semestre de verano y no dio nada tangible de todo lo que prometiste. Pero al final, sí diste algo. Diste el sueño y el modus operandis para hacerlo. El formato de la asamblea, el generar comisiones, darse la soberana lata de leer actas y declaraciones públicas. Estuviste latente entre pruebas, disertaciones y enterrar perritos fallecidos, estuviste presente. Pasó el 2012, llegaron las primeras vacaciones que tenía en más de dos años, llegó una "normalidad" que nunca iba a ser normal finalmente. Al terminar el año, una toma. El casino, un derecho, la dignidad de los trabajadores. Dos y algo semanas, el semestre de verano fue de inmediato el primer miedo. No ganamos nada, de nuevo. Preservamos la situación actual y dejamos las instancias para seguir trabajando posteriormente, sí. No perdimos, es verdad; pero eso no deja automáticamente la victoria de nuestro lado.

Entre el año pasado y este, terminé exponenciando mi presencia en reuniones, comisiones y una que otra asamblea no-de-carrera. Con los cuadernos en la mochila y la ropa llena de pelo de perro ahí estaba (y estoy) yo dialogando, escribiendo y leyendo actas, haciendo el trabajo burocrático que hacía el 2011 contigo, pero ahora es sin ti. Y parece funcionar. El espíritu que tenías al principio del 2011 nos logró impregnar y acá estamos todos, renovados y con más vello en el cuerpo continuando la pega. Sin ti, pero con tus enseñanzas. Funciona. ¿Largo Plazo? Pero es evidente que sí. ¿Realmente hay alguien tan iluso para pensar que un sistema moviéndose cuarenta años en una dirección frenará y cambiará de sentido en un par de meses? Por lógica y mis pésimos conocimientos de física, si algo se lanza hacia arriba con una velocidad conocida le tomará un tiempo T llegar a su punto más alto y de ahí un T igual para volver al piso, con exactamente la misma velocidad que fue lanzada. Los cambios sociales, funcionan similar. En esta mentalidad largoplacista, burocrática y de trabajo de hormiga, es que funcionaron mis 2012 y 2013. Y entonces fue cuando volviste a aparecer.


Los perros cambiaron, demandas, personas a cargo, trabajando y marchando cambiamos. El gobierno es el mismo, y no funciona. Tú volviste como el mismo, y no funcionas. Eres como el papá ausente que se presenta después de 18 años dándole una pelota de fútbol al cabro chico (ya no tan chico) intentando recuperar la infancia. No puedes seguir siendo el del 2011 porque ya no estamos ahí. Entendimos y entendí, que no eres el fin. No eres el agente de cambio social como te presentaste la última vez. Eres una herramienta más. Como Word, Excel, las actas, declaraciones públicas, cortes de calle, tomas, marchas, golpes de estado, votaciones presidenciales y guerras nucleares. Y eres una herramienta prescindible. Me comprobé que puedo estar movilizado y en clases. Que puedo (y tengo) que hacerme el tiempo una, dos o más veces a la semana para reuniones, actas o Google Docs. A la prensa le podrás servir, pero ellos son sanguijuelas sedientas de cualquier idiotez, no cuentan. Para mí, para nuestro enemigo (el sistema amparado en el gobierno) y para este 2013, tú...así como estás y te presentas, ya no sirves. A nuestra extraña relación, no sirves.

No es posible en todo caso, descartarte y desprenderme de ti. Pero es necesario, imperativo y urgente...por favor, intenta venir al 2013. Porque si sigues allá, en el 2011...te pasará lo mismo que nos pasó a nosotros ese año. Una derrota en términos prácticos.

Nos veremos en la próxima jornada de trabajo, estimado Paro.

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Y ñeh, sentía que había que hacer una catarsis para auto-motivarme a apañar en el paro este. Además tenía que hacer un post no-musical, onda por respeto a este blog y todas las pelotudeces que he plasmado aquí en los años que lo tengo. Saludos a la Hera (la perra de la foto), los cabros que están apañando en los Foros Presidenciales Antumapu y a Youth Lagoon; encontré un disco de ellos hace poco y es remarcable.